sábado, 13 de diciembre de 2014

ITZVEL



Pintura de Remedios Varo:  "La huída"


La noche me tiende sus manos y le entrego la flauta en el instante en que su cabellera de niebla tapa mis ojos.

Cascadas de material ígneo se desprenden de mi cabeza.

Líneas de fuego, trazadas en el cielo en derrumbe, mis palabras.

Gritos de pájaros hacen cortocircuitos en vastas redes de nervios del lenguaje; sus retinas se desprenden y caen a abismos sin fondo.

Atrapado entre sustancias de los intersticios de sombra de la duermevela, veo a Itzvel: una membrana orgánica es su barca.

Sus brazos llevan el ritmo de las ondulaciones de un lago resinoso. Noche de gestos paralizantes: mis ojos como los de un hombre poseído por el rito del haka.

Ráfagas de maleficio expulsadas por la boca. Retorcijones del habla.

Aullido de perros en las noches de la infancia: Madre descifra el mensaje de los huracanes, los fuegos fatuos y el olor de la balsamina, en un canto que asciende hacia regiones de la noche donde se escucha el coro de los muertos.

Vicente, el telegrafista, conversa por las tardes con el pájaro carpintero que le envía señales desde la palma de cocos.

Hordas de imágenes en desbandada, por desfiladeros de la memoria, forman nebulosas de humo que salen por los poros.

Itzvel se aleja más y más hacia los confines de un extraño lago espiraloide. Salobre. Viscoso. Paralizada la lengua, insisto modulando palabras que se materializan en burbujas de una baba cuya textura es la misma de las sustancias que me aprisionan.

El silencio me aniquila con sus aullidos de tedio. Una tenue línea de sangre sale de mis oídos: Yo soy el soldado de la artillería del silencio. Un silencio adherente es disparado hacia Itzvel. Ella se pierde entre nubes de humo de deflagraciones.

Ecos de gritos de supliciados rebotan en mi cerebro. Niños semidesnudos y enfermos arrojan cadáveres de gatos al lodo de mis visiones. Me veo, anciano, buscando entre escombros al azul irrecuperable.

Veo pasadizos clausurados por el fuego. Cortinas de gas paralizante servir de tabiques a grandes osarios. Muros de luz destruidos en zonas del lenguaje. Negro ramaje coagulado en el árbol de las venas.

La noche sacude con violencia su cabeza y yo me aferro con más fuerza a su cabellera. Mis forcejeos no me liberan. Me retuerzo.

Itzvel se confunde en su caída con las retinas desprendidas de los pájaros. Mujo. Gritos de luz salen de mis ojos.

El cielo de cobre rojizo arroja granizo eléctrico sobre mi cabeza. Escupo mi dolor viendo a Itzvel zozobrar.

Itzvel, archipiélago de luz. Llama de miel, sumergida en el subfondo de mí, en la penumbra metálica donde cuerpos son gestos de llamas danzando la música del cierzo flautista que desciende la montaña entre oquedades de rocas donde el agua pide a gritos el verano en tu vientre.

Itzvel, que atraviesas ebria el umbral del pinar donde pájaros cantan tu rostro de pan, traído de tierras donde campesinos duermen, borrachos, sobre un colchón de fresca yerba. Itzvel náufraga en mi duermevela.

Aferrado al velamen del barco de los muertos, persigo tu olor como el niño aquel que desesperado corre tras su cometa.

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Textos emitidos desde Medellín-Colombia/ Autor: JAIRO GUZMÁN

Datos personales

Medellín, Colombia
Soy un animal de la noche que atraviesa el dia como quien se traga una hoguera. guzmanjairo@gmail.com